Es una pregunta habitual cuando se habla del origen
del universo. Y, aunque parezca mentira, no es nueva. Hace 1.600 años, la
cuestión fue suscitada en el ámbito teológico: "¿Qué hacía Dios antes de
crear los Cielos y la Tierra?". Sin duda una buena pregunta, a la que San
Agustín respondió con humor que Dios “preparaba el infierno para los que hacen
este tipo de preguntas”. Aparte de esta broma, San Agustín fue más lejos y
afirmó, con sagacidad, que no tiene sentido preguntar en qué empleaba Dios su
tiempo antes de crear el tiempo. De forma semejante, la pregunta "¿qué
pasó antes del instante inicial?" no tiene mucho sentido. Pero,
naturalmente, esto puede parecer un mero juego de palabras. Nuestra intuición
nos dice que cada instante está precedido por otro, por lo que la idea de un
"instante inicial", parece absurda. El problema es que nuestra
intuición se basa en nuestra experiencia directa, y esa experiencia es muy
limitada. En cuanto nos salimos de las escalas físicas humanas", nuestra intuición suele fallar clamorosamente.
Por ejemplo, a los pensadores de todas las
civilizaciones antiguas (con la maravillosa excepción de la griega) les pareció
evidente que la Tierra debía ser plana. Estaban extrapolando, erróneamente, la
percepción que tenemos cuando nos desplazamos en distancias no mucho mayores
que unas decenas de kilómetros. Por supuesto, ahora sabemos que, vista
globalmente, la Tierra es redonda. Del mismo modo, el espacio y el tiempo,
cuando se consideran globalmente, son muy diferentes de como los percibimos en
nuestra experiencia ordinaria.
La teoría
La teoría del Big Bang se basa, a su vez, en la teoría general
de la relatividad, formulada por Albert Einstein en 1915, y que
representa una de las cumbres del pensamiento humano. Según la teoría de la
relatividad, el espacio y el tiempo no son, como podría parecer, magnitudes
inertes e inmutables. Por el contrario, el espacio-tiempo, como un todo, se
puede estirar y encoger, curvar y retorcer. Su textura se parece más a la de la
goma que a la del cristal. Y su geometría está determinada por la materia y
energía que contiene. Todo esto son conceptos revolucionarios y fascinantes. El
espacio y el tiempo no son el escenario impasible de un gran teatro, dentro del
cual tiene lugar una representación. La teoría nos dice que la forma de ese
teatro y su evolución temporal están determinados por los actores que pululan
dentro de él, es decir, la materia y energía que pueblan el universo.
Es importante subrayar que la teoría de la relatividad
no es una mera especulación. Sus predicciones se han comprobado en una enorme
variedad de situaciones físicas, hasta el momento sin un solo fallo. Pensemos,
por ejemplo, que, desde el punto de vista relativista, algo tan familiar como
la fuerza de la gravedad es simplemente la consecuencia de la curvatura del
espacio-tiempo, producida a su vez por la presencia de grandes masas, como
planetas y estrellas. De hecho, la teoría de Einstein predice que las fuerzas
gravitatorias han de ser tal como prescribe la venerable ley de la gravitación
de Newton... con pequeñas correcciones (a veces no tan pequeñas). Y hasta ahora
la naturaleza, "cuando ha tenido que elegir", siempre ha dado la
razón a Einstein frente a Newton.
Pues bien, cuando se aplica la teoría de la
relatividad al universo como un todo, se encuentra que, necesariamente, este ha
de pasar por una fase de expansión; es decir, el espacio mismo (con todo su
contenido) ha de expandirse, igual que se hincha un pastel en el horno. Vista
con los ojos de la teoría de Einstein, la expansión del universo se produce
porque el espacio entre las galaxias está dilatándose; o, en otras palabras, se
está creando espacio entre ellas. No solo eso, sino que el universo entero que
observamos hubo de surgir de un solo punto, en un instante inicial denominado
Big Bang.
Por supuesto, los conceptos anteriores no son fáciles
de visualizar. Podemos intentarlo utilizando un modelo de universo
simplificado, de una sola dimensión espacial (en vez de las tres ordinarias) y
una temporal (el tiempo ordinario). En esta imagen, el espacio-tiempo del
universo tendría una forma parecida a un gigantesco dedal, como el de la
figura. En ese dibujo el tiempo avanza hacia arriba. Cada sección circular del
dedal (es decir cada anillo) representa el universo en un instante dado. A
medida que avanza el tiempo (y por tanto subimos por la superficie del dedal),
los anillos son cada vez más grandes, como consecuencia de la expansión del
universo.
El vértice inferior del dedal corresponde al Big Bang:
el instante cero, en el que todo el universo estaba comprimido en un punto. En
esta imagen, viajar imaginariamente hacia atrás en el tiempo significa
deslizarnos hacia abajo por la superficie del dedal. Pero, si una vez alcanzado
el instante inicial (Big Bang) intentáramos proseguir en la misma dirección,
encontraríamos que regresamos hacia adelante en el tiempo. Es como si paseando
por la superficie terrestre nos dirigimos hacia el Sur. En nuestras pequeñas
escalas podemos seguir caminando en esa dirección de forma indefinida, pero si
llegáramos a alcanzar el polo Sur terrestre, comprobaríamos que no es posible
ir más allá. Si insistimos en continuar nuestro viaje, nos encontraremos
caminando en dirección Norte.
Notemos que en el dibujo, la superficie de dos
dimensiones, que representa el espacio-tiempo, está inmersa en un espacio de
tres dimensiones. Esto es consecuencia de una limitación de nuestro cerebro
para imaginar superficies curvadas: tenemos que representarlas sumergidas en un
espacio tridimensional. Pero matemáticamente no hay ninguna dificultad para
formular una superficie o un espacio curvos, sin tener que recurrir a un mundo
de dimensionalidad mayor. En nuestro ejemplo, la superficie en forma de dedal
que representa el espacio-tiempo no tiene por qué estar sumergida en otro
espacio de más dimensiones. Es un universo consistente en sí mismo.
Por tanto, la respuesta a la pregunta "¿qué había
antes del Big Bang?" es que nunca hubo un "antes del Big Bang”. ¿Fin de
la historia? Podría ser, pero no es seguro.
Incógnitas
Hagamos una pregunta alternativa a la que da título a
este artículo: ¿Es fiable la descripción que la teoría del Big Bang hace del
origen del universo hasta
el preciso instante inicial? Podemos decir que
desde un segundo después del Big Bang en adelante, la descripción de la teoría
es muy fiable, ya que en ese momento comenzó el proceso de nucleosíntesis
primitiva, del que tenemos pruebas experimentales, concretamente la producción
de elementos ligeros (como helio o litio) que pueblan el universo en las
cantidades predichas por la teoría. Para instantes anteriores, hay que pensar
que cuanto más reciente era el universo, a mayor temperatura estaba. Por tanto,
una descripción fiable de lo que sucedió exige conocer cómo se comporta la
materia a altísimas temperaturas. La física de partículas proporciona una
teoría, el llamado Modelo Estándar, que describe con extraordinario éxito el
comportamiento de las partículas hasta energías equivalentes a una temperatura
de mil billones de grados.
Esto corresponde aproximadamente a una
cienmilmillonésima de segundo después del Big Bang. En consecuencia, aunque no
disponemos de pruebas experimentales, podemos remontarnos hasta ese instante
con bastantes garantías. Pero si seguimos acercándonos al instante inicial, ni
siquiera disponemos de una teoría fiable. Es más, la propia teoría general de
la relatividad, en su versión tradicional, muestra inconsistencias matemáticas
en esas condiciones extremas. Por esta y otras razones, es una creencia
extendida entre los físicos teóricos que la teoría necesita modificaciones. Y
cuando se disponga de una teoría aún mejor, podría ser que encontremos
sorpresas en torno al instante inicial. Pero, incluso sin salirnos del marco
teórico actual, existen modelos interesantes que hacen pensar en una historia
anterior al Big Bang. Quede claro sin embargo que aquí entramos ya en el
terreno de la especulación.
Modelos
El llamado modelo de universo inflacionario se basa en una hipótesis sobre lo que pudo haber
ocurrido en la época más remota del universo. La idea es que algún tipo de
campo se hallaba fuera de su mínimo de potencial. En otras palabras, el valor
del campo no era el que hacía que su energía fuera mínima. Esta
situación también se denomina como "falso vacío". Las ecuaciones de
la relatividad predicen que, en una circunstancia así, el universo se
expandiría de forma vertiginosa, multiplicando su volumen muchos billones de
billones de veces en una pequeñísima fracción de segundo. Cuando finalmente el
valor del campo cayó a su mínimo, es decir al vacío verdadero, toda la energía acumulada en él se transformó en la
materia y energía que hoy llena el universo.
Hay que decir que el universo inflacionario es algo
más que una pura especulación, puesto que ha cosechado grandes éxitos, por
ejemplo la predicción correcta de la densidad de materia y energía que
realmente presenta nuestro universo. Si el modelo es correcto, en su época más
primitiva el universo se expandía de forma desbocada y solo contenía ese campo
primigenio. Entonces, en ciertos puntos, al azar, el campo cayó a su valor de
mínimo, es decir al vacío verdadero. En estos puntos se formaron “burbujas” de
vacío verdadero que empezaron a crecer. Cada burbuja corresponde a un Big Bang
“ordinario”, que da lugar a un universo independiente. En este escenario,
nuestro universo no es más que una pequeña burbuja que se enciende y se apaga,
inmersa en un universo global que se expande salvajemente. No queda claro en el
modelo cuándo y cómo fue el inicio de ese universo global del que surgió
nuestra burbuja, es decir cómo fue el verdadero instante inicial (en
contraposición a nuestro "Big Bang doméstico").
Mencionemos también que hay modelos, altamente
especulativos (y controvertidos) basados en la teoría de cuerdas, que recuperan
la antigua idea de un universo cíclico, denominado en esta versiónuniverso ecpirótico, en
una forma sofisticada e invocando la existencia de dimensiones extras. En estos
modelos, la fase de expansión del universo está precedida por una fase de
contracción, que da lugar a una especie de rebote cósmico. Este esquema podría
continuar de forma indefinida, es decir, el universo actual podría terminar en
una contracción global, que, tras un nuevo rebote, diera lugar a un nuevo Big
Bang, y así sucesivamente, tanto hacia adelante en el tiempo como hacia atrás.
En conclusión, posiblemente no hubo nunca un
"antes del Big Bang", lo que en sí mismo no supondría una
contradicción lógica. Sin embargo, el preciso instante inicial está bajo
sospecha teórica, y hay modelos interesantes que proponen una historia anterior
a ese instante cero de nuestro universo.
Alberto Casas es
profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Física Teórica UAM-CSIC
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